jueves, 27 de septiembre de 2012

La Hermandad Prerrafaelita, Envuelta en Aura Mítica y Medieval

Armonía, evocación romántica suave y delicadeza de espíritu son los valores que buscó rescatar la Hermandad Prerrafaelita, una asociación de pintores, poetas y críticos británicos, fundada en 1848 por John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt, entre otros importantes artistas.
Se llamaron prerrafaelitas porque consideraban que había sido a partir de la obra de Rafael Sanzio que la pintura había perdido autenticidad. El grupo buscó reivindicar a los pintores anteriores al siglo XV y para lograrlo, se focalizaron principalmente en revivir el espíritu medieval y clásico con una técnica muy realista pero también brindando a los personajes un aura mágica.
Castillos, bosques poblados por espíritus de paz, caballeros, juglares, princesas de excepcional belleza o escenas que reflejan misticismo y éxtasis espiritual. Esta corriente pictórica restaura alas caídas siendo como está impregnada de tanta poesía y encanto, pero su estilo se disolvió rápidamente, perduró hasta 1870, aproximadamente.

Alain Chartier - Edmund Blair Leighton

The End of the Song - Edmund Blair Leighton

Distant Thoughts - Sophie Anderson

Take the Fair Face of Woman - Sophie Anderson




Bower Meadow - Dante Gabriel Rossetti

Caperucita Roja - John Everett Millais

Lady Godiva - John Collier

Según A. Chevrillón, para los prerrafaelitas "lo esencial es el halo de ensueño, de sentimiento, de ideas, de imaginación, el misterioso cortejo espiritual en torno al hecho de conciencia primitiva; porque esencial e independientemente del hombre que contempla, corresponde al objeto, y está ligado a su apariencia como el significado de una palabra a la forma de las letras que lo componen. Este significado y no esta forma, constituye el ser, la realidad".

Windflower - John William Waterhouse

Psyche Opening the Door into Cupid's Garden - John  William Waterhouse

On the Threshold - Edmund Blair Leighton

A Little Prince Likely in Time to Bless a Royal Throne - E. Blair Leighton

La Belle Dame Sans Merci - Sir Frank Bernard Dicksee

El Pastor Distraído - William Holman Hunt

Constance Duchess of Westminster - Sir Frank Bernard Dicksee

El Galardón - Edmund Blair Leighton

Spring Maiden - Sir Frank Bernard Dicksee

Romeo & Julieta - Sir Frank Bernard Dicksee

La Bella Durmiente - John Collier

God Speed! - Edmund Blair Leighton

Ofelia - John Everett Millais

Queen Guinevre's Maying - John Collier

Simbolismo, nostalgia, idilio, gloria, honor y heroicidad, qué difícil fue escoger las obras. Todas me transportan hacia la Tierra Media como si estuviera justo en una novela de Tolkien, un lejano reino encantado donde los príncipes azules, las hadas y los unicornios existen. Un mundo donde la magia es real y todo es posible gracias a la insuperable hermandad prerrafaelita.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Las Cajas de Música, Destino de Fantasía

Las notas fluían claras, sonaba una musiquita tan dulce y suave que embelesaba. En el aire flotaba "Melodía para Elisa" y mi bailarina particular giraba y giraba sólo para mí. En los sueños encantados de mi niñez pasé horas disfrutando el sortilegio que generaba su danza interminable, y tantas fueron que aún puedo sentir a los pequeños duendes girando en mi mente llenos de emoción.



Por su efecto relajante y por el encanto que generan, las cajitas de música parecen sacadas de un cuento infantil, pero este instrumento musical mecánico fue creado en el siglo XIX y su historia está relacionada con los primeros aparatos diseñados para reproducir música.
Estas cajas funcionan por medio de remaches ubicados en un cilindro giratorio, o disco, que, al ser tocados por un cepillo de metal, produce sonido. Pero la magia que genera esta música singular no puede ser explicada por la sencillez de su mecanismo, que fue desarrollado en base a un tipo de cajas musicales del siglo XVII llamadas carrillón á musique.
Las primeras cajas eran bastante grandes, para ser disfrutadas en los hogares, sin embargo su popularidad llegó con las más pequeñas. Incluso las hubo algunas muy chiquitas, como para llevar en la cartera. También estos mecanismos fueron aplicados a la relojería y fue en Suiza donde se instaló la primera fábrica de cajas musicales.

Mi Cajita Mágica

Las delicadas cajitas musicales despertaron la curiosidad del norteamericano Tomás Edison, quien patentó un aparato que permitía grabar sonidos y reproducirlos: lo llamó fonógrafo. A partir de 1877 este invento se popularizó en casi todo el mundo. El problema era que las grabaciones en cilindro eran muy costosas: las primeras máquinas reproducían una grabación sencilla de dos minutos de duración pero los músicos debían interpretar la misma melodía treinta veces para obtener 300 cilindros.

Fonógrafo

El gramófono vino a salvar este escollo en 1894, cuando el disco reemplazó al cilindro. A finales del siglo XIX la mayoría de las cajas musicales de uso doméstico se reemplazaron por las pianolas, consideradas un instrumento mucho más versátil porque tenían la particularidad de interpretar piezas musicales para piano sin la necesidad del pianista. Para ello, contaba con un sistema mecánico, neumático o eléctrico. En los primeros años del siglo XX hubo varias compañías que fabricaron "rollos de piano" para pianolas y luego las reprodujeron en discos para fonógrafos. Compositores como Stravinsky, Antheil y Gershwin escribieron obras para pianolas.

Gramófono

Ya no existen los pintorescos organitos de feria, es un arte desaparecido, el vértigo moderno se llevó definitivamente su tierna música a otra parte. La nostálgica caja era un instrumento portátil, que reproducía una melodía cuando era accionado mediante una manivela. La música era grabada en un cilindro, hecho de madera o cartón. Sólo un músico podía realizar la tarea, ya que debía adecuarse la melodía a la escala del organito. También era preciso lograr que la misma velocidad de rotación de la manivela permitiera que sonasen igual de bien una polca, un vals o un tango. En un mismo cilindro podían registrarse entre ocho y once piezas. El organito fue un gran difusor del tango a fines del siglo XIX y principios del XX, pues llegaba a un público popular que no podía acceder fácilmente a la música. Su sonido amable lograba atravesar discreta pero efectivamente zaguanes y ventanas de casas "decentes", cuyos moradores eran indiferentes al tango porque en esa época cargaba con el estigma de ser música prohibida. Pero además de atraer con su melodía, el organito repartía ilusiones. Los organilleros, esos juglares, también predecían el futuro. La encargada de la suerte era una cotorrita que con su pico extraía el vaticinio impreso en una pequeña tarjeta, ante la expectante mirada de los más jóvenes. Héctor Manuel Salvo, conocido artísticamente como Manu Balero, fue hasta el momento de su fallecimiento en 1998, El Último Organillero de la Ciudad de Buenos Aires.

"Manu Balero", el último organillero de Buenos Aires

Más tarde, con la explosión musical de la década de 1920 y sus danzas frenéticas, apareció una nueva versión de la antigua cajita de música. Ahora con discos apilados y por una moneda todos podían bailar, eran las Jukebox, gramolas o rockolas, nacidas en el Reino Unido, aún están presentes en bares y clubes nocturnos donde es tan frecuente pedir una cerveza como escuchar una canción a todo volumen. En los años '30 estas cajas especiales se difundieron en los Estados Unidos y en los años '40 vivieron su época dorada musicalizando el mundo. También la música ha recorrido un largo camino.

Retro Jukebox

Hoy en día, todos podemos bailar y escuchar esa canción que nos hace sentir vivos. Todos sabemos cuán lejos se puede llegar con una buena melodía, y yo aún tengo guardado en mi corazón el recuerdo del encanto que me producía aquella profunda, sentimental y dulce melodía de mi cajita musical.