martes, 30 de abril de 2013

...Y Fue Magia


Máxima Zorreguieta, sueños brillantes

La boda real, su propio cuento de hadas

Como en toda historia principesca, no puede faltar el carruaje dorado

Máxima y Guillermo, flamantes esposos

Distinción, elegancia y encanto

Admirados y respetados,
la pareja es la más popular de la familia real holandesa

Princesa Heredera Catharina Amalia Beatriz
 Carmen Victoria de Orange Nassau

Hermosa, traviesa, divertida

Catharina Amalia ya conoce sus responsabilidades, 
el protocolo y sus obligaciones

Princesitas, un sueño real

Amalia, Alexia y Ariane, ¡son tan hermosas!

La familia real es adorable

Días de sol y playa

Reina Saliente Beatrix Wilhelmina Armgard van Orange-Nassau

Máxima, Guillermo y Beatriz

Mi familia real favorita

 Brillo propio

 Siento emoción y orgullo en el pecho
Felicidades, Su Majestad Real Máxima de Holanda

martes, 23 de abril de 2013

Ronda de Mate, la Cita Impostergable

Detrás de la selva, de los saltos de agua y de los senderos rojos está la historia de guaraníes y europeos que construyeron una identidad y sabor únicos con una denominación de origen que lo dice todo: "Hecho en Misiones"; se trata de la yerba mate, cuyo cultivo se remonta a los albores de la cultura guaranítica.


El padre José Sánchez Labrador consiguió domesticar la yerba mate e iniciar su cultivo en las misiones y así, comenzó a extenderse de generación en generación y hoy es pasión de multitudes. Los indios tomaban la infusión directamente del "mate" -palabra quechua que significa "calabaza"-, filtrando la yerba con los dientes. Para perfeccionar este método, los jesuitas introdujeron la "bombilla", que consistió en una simple caña hueca. Luego, añadieron a esta caña una cabeza de junco trenzado a modo de filtro y desde entonces ya fue imposible dejar de disfrutar de una buena ronda de mate.


La tierra colorada desde siempre cobijó a este poderoso antioxidante que puede tomarse dulce, amargo y de varias maneras más, pero tras su imagen amigable se levanta una historia inicial de grandes sufrimientos, discriminación, explotación y desigualdad.


En febrero de 1596, el Procurador General Alonso de la Madrid solicitó a Hernandarias, gobernador de la provincia del Paraguay, que suspendiera la producción de yerba mate. En su comunicación, el representante de la Corona española consideraba a la infusión "un vicio que conviene extirparlo, aunque no sea más que por el pundonor que deben tener los españoles". Así, Hernandarias ordenó: "...que nadie en adelante fuese ni enviase indios á hacer hierba a ninguna parte donde la haya ni la traigan ni traten ni contraten (...) Y cualquier persona, de cualquier estado o condición que sea que beba hierba en público o en secreto, incurra por la primera vez en 10 pesos de multa y en 115 días de cárcel pública y en adelante sea castigado con graves penas". Así de duros fueron los primeros acercamientos a esta vital bebida nativa pero afortunadamente, ya todos esos prejuicios son historia.


Hoy la yerba mate es patrimonio cultural intangible de la humanidad y Argentina es el principal productor mundial. En particular, la producción se concentra en las provincias de Misiones y Corrientes. El sencillo mate es mucho más que una infusión, es identidad cultural y es, nada más y nada menos, que una demostración de valores y existen regiones donde su consumo ya es un culto. Por supuesto, mientras escribo esto estoy tomando un mate y creo que como el mío, son muchos los teclados de Argentina que tienen las letras llenas del "té de los jesuitas".


Desde la elaboración de la yerba hasta la forma de consumo, esta costumbre ha permanecido inalterada desde tiempos remotos y por cinco siglos de historia, arraigándose cada vez más en el sur de América y ahora me enteré que su consumo está extendiéndose a lugares muy lejanos.


En mi país es la bebida más consumida después del agua de la canilla; quizás se deba a que su espíritu de convivialidad es muy marcado. Como desayuno, como unión en una plaza o parque, en la playa o durante el viaje en auto al irse de vacaciones es un rito que se repite a diario sin importar clase social, edad o profesión.


Cuántas veces las valijas que salen de Ezeiza van cargadas de paquetes de yerba para aquellos que se fueron y no pueden despegarse de la costumbre, y cuando llueve corremos a preparar pastelitos o las tradicionales tortas fritas para disfrutar de esta infusión que llega a ser mucho más que una bebida: es una forma de vida.


Relajante, amigable, querible... el mate tiene tradición y leyenda y ocupa un sitio privilegiado en el sentir nacional y más, por estos pagos bromeamos diciendo que el día que un chico decide poner la pava al fuego y tomar su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.

jueves, 11 de abril de 2013

Pulperías. Refugio, Épica y Poesía en la Soledad de las Pampas

Es un día apacible y en el camino polvoriento todo es silencio y tranquilidad, sólo los pájaros cantan con gran entusiasmo como recibiéndome. Levanto el vidrio, ya estoy llegando al antiguo bar rural; por fin, un perfecto retazo del pasado y con toda su imaginería, se despliega ante mí una esplendorosa Pulpería.
El local está lleno de gente y la memoria se siente aquí muy fuerte, acorde al siempre vivo entusiasmo por nuestra historia, por nuestras raíces y cultura.

Pulpería Esquina de Merti, en San Antonio de Areco

Verdadero almacén de ramos generales, las pulperías eran el único lugar de encuentro posible para el gaucho en la inmensidad de la pampa. Hoy entrarían en la categoría de negocio polirrubro porque allí se podía adquirir absolutamente de todo, y amén de ser tiendas que servían como lugar de aprovisionamiento, también nacieron como punto de reunión y descanso en el lejano pasado colonial.
En la provincia de Buenos Aires y en la ciudad había unas 500 pulperías en 1810 y hoy aún quedan muchos de estos locales considerados ya museos rurales.

Pulpería Esquina de Argúas, Coronel Vidal
Bonita fotografía de Ana Susana Abrego


En estos "clubes de gauchos" -como un poco despectivamente, las llamaba Sarmiento- la gente socializaba, tomaban alguna ginebrita, algún licor, o vino a veces traido de la región de Bordeaux, en Francia, y se pasaba la tarde mejor amenizada con guitarreadas improvisadas mientras otros disfrutaban de jugar a los dados, a los naipes y por supuesto al tradicional juego de bazas, el tute cabrero.

Gauchos departiendo en la Pulpería

Ícono de un tiempo desaparecido hoy estas vitales construcciones de fines del siglo XVIII son un polo gastronómico fenomenal. (En este momento se está acercando a mi mesa una super picada de productos regionales caseros... pero mejor continúo contándoles un poco de su historia). En los románticos años fundacionales, hubo pulperías rurales y urbanas y hasta algunas muy precarias, llamadas volantes, que se trasladaban siguiendo las cosechas. Vendían sólo aguardiente de caña, grapa, ginebra, vino, yerba, tabaco, sal, galletas y azúcar.

Pulpería El Recreo, en Chivilcoy

Ahora se acerca a la mesa de al lado una rubia y atareada camarera, alguien le pregunta si se trata de la muy afamada "pulpera de Santa Lucía", refiriéndose a aquella que se llamaba Dionisia Miranda, que atendía en el local ubicado en la actual esquina de Caseros y Martín García, allá por los años '40 del siglo XIX, años del "Restaurador" Rosas. Ella sonríe atenta, toma el pedido y se retira.

Las nostálgicas Pulperías siguen vivitas y coleando

Baile, mate y payada de fin de semana, el tiempo transcurría bucólico en la pulpería y en su terreno podían verse los domingos carreras cuadreras o de sortija.
En algunas de ellas existían pistas de baile, e incluso pequeños teatros rurales como el que aún hoy se puede visitar en la Pulpería El Torito, muy conocida por ubicarse en el cruce del Camino Real que conducía al norte del país y era el sitio de cambio de posta de caballos y de descanso de los famosos chasquis, aquellos bravos jinetes que oficiaban de correos.

Pulpería El Torito, en Baradero

Institución primigenia de los forjadores de la patria, hoy es cuna de mitos y leyendas; visitar las pulperías es emprender un viaje al pasado. Ellas, queridas pulperías, lucen sobrias pero majestuosamente erguidas ante los pies de la Historia y son veneradas por los lugareños. En estos locales nada se modifica, nada se toca, nada se vende; sus dueños son orgullosos guardianes de la tradición para que las generaciones presentes y futuras aprecien y conozcan las raíces y costumbres argentinas.

Vistosos gauchos y gauchitos nos reciben en la Pulpería

viernes, 5 de abril de 2013

Francisco José de Goya, Pintor de lo Terrible y lo Imaginativo

Cautivante y visionario precursor de corrientes pictóricas muy posteriores a su tiempo, Goya está considerado el Padre del Arte Moderno porque dicen que fue él quien unió el clasicismo con el modernismo debido a sus constantes cambios y original temática.

Autorretrato - de Francisco José de Goya y Lucientes

Famoso por sus cuadros de desnudos, Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos, un pueblo de Zaragoza, el 30 de marzo de 1746; su primera formación la llevó a cabo en esta ciudad, en el taller de José Luzán, quien lo formó en los fundamentos del arte pictórico mediante la copia de estampas del barroco italiano.
Tras algunos intentos fallidos (1763 y 1766) por entrar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, regresó a Zaragoza. En este período trabajó en el taller de Francisco Bayeu. En 1770 viajó a Italia y, al poco tiempo de volver, consiguió su primer encargo importante: la decoración de la bóveda del coreto de la basílica del Pilar de Zaragoza.

La Triple Generación

Decidido a probar suerte en la corte, se trasladó de nuevo a Madrid, donde en 1773 se casó con Josefa Bayeu la hermana de su protector, que le facilitó, además, el ingreso en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara como pintor de cartones. Allí Goya aprendió la forma de pintar neoclásica, introducida por Antón Rafael Mengs. En los cartones desarrolló un estilo propio de un pintor costumbrista, y en ellos dejó constancia de la vida madrileña de ferias, romerías y juegos. En esta serie destacan La Gallina Ciega, o La Pradera de San Isidro. Es entonces cuando se fraguó el llamado estilo goyesco, reflejo de una época y de un modo de vida ligado a lo castizo.

Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde Los Alpes

En 1780, por fin, fue admitido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Poco a poco empezó a hacerse un hueco entre la aristocracia como retratista. En este género destaca su percepción psicológica, ya que fue capaz de trascender la apariencia externa para mostrar el alma de los retratados.

Pintor de Corte

A la muerte de Carlos III, en 1788, su prestigio en la corte aumentó: gracias al favor de la reina María Luisa recibió el encargo de pintar los retratos conmemorativos de la coronación de los nuevos reyes, y la amistad con la duquesa de Osuna, o la de Alba, lo convirtieron, en 1799, en pintor de cámara de Carlos IV. Esto le abrió las puertas de las colecciones reales y a partir de este momento, consideró a Velázquez su maestro. Hizo numerosos retratos reales entre los cuales alcanzó sus más altas cotas de virtuosismo técnico y caracterización psicológica.

La familia de Carlos IV


En esta época -la más fecunda del artista-, también pintó bellos retratos, como los de la duquesa de Alba, a quien retrató en múltiples ocasiones y con la que al parecer mantuvo un tormentoso romance.

La Duquesa de Alba

La muerte de la aristócrata en 1802 sumergió a Goya en una crisis que lo apartó de la pintura brevemente. Se ha especulado que sus famosos cuadros La Maja Vestida y La Maja Desnuda -pertenecientes a este período, aunque de fecha incierta e inspirados en La Venus del Espejo de Velázquez- representan a la duquesa, lo que explicaría ese aspecto de máscara de los rostros que supuestamente ocultan a los de verdadera retratada; también se cree que ambas obras estaban pensadas para que un mecanismo elevara el cuadro de la maja vestida dejando ver así el de la desnuda sobre la que se hallaba superpuesto.

La Maja Desnuda

La Maja Vestida

Goya también fue un pintor religioso, e interpretó a su manera el sentimiento espiritual.

La Piedad

Sketch de La Anunciación

La Guerra de la Independencia en la Vida y el Arte de Goya

Durante los últimos años del siglo XVIII, los acontecimientos mundiales se ven marcados por el estallido de la Revolución Francesa (1789). En España se produjo un grave retroceso cultural; la posición de Goya como integrante de la corte no impidió que se relacionara con intelectuales ilustrados y con personajes reformistas, a los que lo unía una gran amistad; esto, unido a su conocimiento de la situación y sufrimientos de las clases populares, lo convertiría en un espectador de excepción de los sucesos que se produjeron.
En 1790, una grave enfermedad lo dejó sordo. Esto cambió radicalmente su vida y su arte: la sordera lo inclinó al aislamiento y la introspección, comenzó a ver el lado negativo de la sociedad, de la que hizo una amarga crítica en una serie de grabados titulada Los Caprichos (1793-98), compuesta por ochenta aguafuertes que vuelven una y otra vez, obsesivamente, sobre un reducido grupo de temas y personajes: la prostitución, la brujería, la crítica a los clérigos, la violencia inquisitorial, la denuncia de la injusticia social, de la incultura, los matrimonios por interés y, sobre todo, las ideas supersticiosas.

Capricho N° 2: El sí pronuncian...

Capricho N° 43: El sueño de la razón...


Capricho N° 52: ¡Lo que puede un sastre!

Capricho N° 61: Volavérunt

Tras la invasión de las tropas napoleónicas, los desmanes de la guerra de la Independencia (1808-12) quedaron reflejados con la mayor crudeza en una serie de ochenta y dos grabados de Goya, conocidos como Los Desastres de la Guerra (1810-13) son impresionantes documentos de la barbarie humana que muestran las torturas, los fusilamientos y la destrucción acaecidos durante el período bélico.

Desastres de la Guerra N° 30: Estragos de la Guerra

Desastres de la Guerra N° 81: ¡Fiero Monstruo!

Desastres de la Guerra N° 37: Esto es peor

Cuando Fernando VII regresó a España tras la caída de Napoleón, encargó a Goya dos cuadros que "perpetuarán las más notables y heroicas acciones de la gloriosa insurrección contra el tirano de Europa". Goya realizó Los Fusilamientos del 3 de Mayo de 1808 en la Montaña del Príncipe Pío de Madrid  y La Carga de los Mamelucos, y en ninguna de las dos glorificó un hecho o un personaje concreto, sino que entregó el protagonismo al pueblo levantado en armas contra los invasores. Con estos cuadros, Goya renovó el género histórico, rechazándolo como decoración palaciega y sustituyendo a los antiguos héroes, generales y grandes señores, por el pueblo llano. Hay constancia de que, por este motivo, no gustaron a Fernando VII, pero hoy en día su carácter de obras maestras es indiscutible.

Los Fusilamientos del 3 de Mayo de 1808

La Carga de los Mamelucos

En 1818 inició una tercera serie de grabados, La Tauromaquia, más de treinta láminas que reflejan diversas escenas de la lidia. Las fiestas populares y religiosas le siguen fascinando; por eso las plasma en obras que él llamaba de capricho como Corrida de Toros en un Pueblo, El entierro de la Sardina o La Santa Inquisición -fechadas entre 1812 y 1819-, en las que la alegría popular se muestra de forma convulsa y violenta.

Corrida de Toros en un Pueblo

El Entierro de la Sardina


En 1819 se trasladó a una villa llamada popularmente La Quinta del Sordo, en donde continuó con nuevos, ingeniosos y variados grabados conocidos como Disparates o Proverbios (1818-24), a los que Goya llamó sueños, aludiendo a su temática fantástica y claramente onírica.

Disparate N° 10: Caballo Raptor


Disparate N° 13: Modo de Volar

Al principio, Goya, al igual que todos los burgueses de la época, decoró los interiores de la casa con papeles pintados que mostraban escenas campestres llenas de alegría y optimismo. Pero los acontecimientos políticos que se estaban produciendo en su país llenaron de amargura al viejo pintor, tanto que decidió cambiar la decoración de su casa por una visión desesperada y siniestra de la vida. Estas composiciones se conocen como "pinturas negras" (1820-23), asi denominadas no sólo por su imaginativa pero terrible temática -brujas, aquelarres, figuras burlescas o monstruosas, peleas salvajes-, sino por la exclusividad del color negro y de los tonos ocres y grises utilizados en su realización.

Duelo a Garrotazos

La más emblemática de todo el conjunto, Saturno devorando a un hijo, es el claro símbolo de lo terrible y destructivo del ser humano. Su simbología es compleja, por una parte podría ser el hombre que se deja devorar por sus propias pasiones, o el tiempo que corre inexorable y se devora a sí mismo pero también podría ser un trasunto del estado anímico del pintor ya que Saturno en la época antigua era el dios asociado a la melancolía. La primera vez que estas pinturas se mostraron al público fue durante el centenario de la muerte de Goya, pero en ese momento no fueron comprendidas y se retiraron del Museo del Prado, por considerar que mostraban su decadencia artística. Habría que esperar la llegada de los impresionistas y de los movimientos de vanguardia, para que el trágico significado de esta obra fuera comprendido y admirado plenamente.

Saturno Devorando a un Hijo

Con el inicio de la represión absolutista en España, Goya decidió abandonar el país. El rey le concedió permiso para ir a Francia de visita, y en 1824 se instaló en Burdeos. Allí, con más de ochenta años, siguió pintando e innovando, trabajando hasta el final, como mostró en un dibujo en el que se autorretrató con la siguiente leyenda: "Aún aprendo".

Aún Aprendo

El que se considera su último cuadro, La Lechera de Burdeos, es un prodigio de luz y color, con una pincelada suelta que anuncia el impresionismo.

La Lechera de Burdeos


Goya murió el 26 de marzo de 1828 y en 1901 sus restos fueron exhumados y trasladados a Madrid, donde reposan bajo la cúpula que él mismo pintó en San Antonio de la Florida.