viernes, 28 de junio de 2013

Mariano Moreno, una Pasión Ilustrada

Mariano Moreno, el intelectual que encendió una Argentina brillante

Hombre de temperamento activo y de extraordinaria perspicacia, Mariano Moreno -abogado, estadista argentino y prócer de los menos discutidos- se hizo notar desde muy joven. Ávido lector de autores europeos, a los 31 años de edad, fue el fundador de La Gazeta de Buenos Ayres, periódico escrito entre 1810 y 1821 con el objetivo inicial de publicitar los actos de gobierno de la Primera Junta, de la cual fue miembro. Inicialmente fue redactada por el mismo Moreno con la ayuda del sacerdote Manuel Alberti, y contó también con colaboraciones de Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
En él Moreno se expresaba, por ejemplo así:
"El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal." o  "La libertad de los pueblos no consiste en palabras (...) Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad."
Moreno sabía que la libertad de prensa era la esencia de la democracia. Insobornable, incorruptible, fue un periodista muy valioso. Fundó La Gazeta no para servir a un gobierno, no para aplaudir, sino para controlarlo. Despreciaba a los aduladores y a los obsecuentes, detestaba las desigualdades y la servidumbre tanto como amaba, esencialmente, la libertad. Si algo fue Moreno, fue opositor acérrimo. Aborrecía la vanidad y la corrupción de los poderosos con la vehemencia de un volcán por eso fue el más radicalizado de los revolucionarios de Mayo. Claramente, se oponía a los alcahuetes de turno. Defendió la Revolución pero de ninguna manera a aquel gobierno patrio, juramentado e insidioso.

Mariano Moreno, en su mesa de trabajo 
Pintura de Fray Pedro Subercaseaux - Museo Histórico Nacional

Mariano Moreno nació en Buenos Aires, en 1778, en el seno de la familia de un funcionario español de baja jerarquía. Pese a su modesta condición social, pudo partir hacia Chuquisaca y cursar estudios de Teología y Derecho en la universidad local.
Allí tomó contacto con los autores franceses y quedó particularmente impresionado por la obra de Jean - Jacques Rousseau. Fue allí también donde conoció a María Guadalupe Cuenca, con quien se casó y tuvo a su hijo, Mariano.
En 1805, de vuelta en Buenos Aires, trabajó como relator de la Audiencia y asesor del Cabildo, fue encargado de los asuntos de gobernación y guerra, habilitó varios puertos y redactó una tesis doctoral para defender a los habitantes expoliados por la colonia y mucho más. La pasión de Moreno parecía no apagarse jamás.
Antes de la Revolución, ya había manifestado su adhesión al liberalismo, sobre todo en sus aspectos económicos, en su labor como abogado defensor de hacendados y agricultores contra el monopolio español. En 1809, redactó La Representación de los Hacendados, texto destinado a defender las ventajas del comercio libre.
Tras la Revolución, su intensa actividad dejó hondas huellas. Permaneció muy poco tiempo como secretario de la Junta, sin embargo, desarrolló una gran actividad que se concretó en hechos y en numerosos escritos publicados en La Gazeta. Poco después de la Revolución de Mayo, el ex virrey Santiago de Liniers organizó un movimiento opositor en Córdoba, Moreno no dudó en ordenar su fusilamiento y el de los principales cabecillas, que se concretó en Cabeza de Tigre el 10 de julio.
Gustaba de la realidad sin deformaciones y sabía también que la educación y la lectura eran las únicas vías hacia el futuro, por eso fundó la Biblioteca Nacional.
Su espíritu está presente también en el decreto de supresión de honores de 1810. Cuando nacía esta nueva Nación, abundaban los traidores, cobardes y asesinos y Moreno los enfrentó sin medir riesgos. Sabía que la Revolución de Mayo era una larga tarea y escribió el Plan Revolucionario de Operaciones, un audaz tratado táctico y estratégico para tiempos de guerra, pero la discusión en el seno de la Junta acerca de la naturaleza de la ruptura con España y sobre cómo se incorporarían a la misma los diputados del interior desencadenó su renuncia.
Poco después partió en misión diplomática a Inglaterra, pero no llegó; Mariano Moreno murió en alta mar en extrañas circunstancias. Su cuerpo fue arrojado al mar, frente a las costas de Brasil. Hasta el día de hoy se supone que pudo haber sido envenenado. De sólo 32 años, murió pobre porque puso su capital y su sangre al servicio de aquel proyecto de Nación, fue perseguido, obligado al exilio y quizás, asesinado en alta mar en marzo de 1811. La encomienda con un abanico negro, un velo y unos guantes enlutados que recibió su mujer, inclinan la balanza hacia el asesinato.
Como siempre decimos, fue necesaria tanta agua para apagar tanto fuego; pero la encendida pasión de Moreno permanece ardiendo con gran sensibilidad y elocuencia: que nadie se confunda y confunda el poder político como un atajo hacia los privilegios personales y el enriquecimiento ilícito "ni ebrio, ni dormido."

viernes, 21 de junio de 2013

Plumas de Ángeles en mi Ventana

El viento azota afuera, es un anochecer frío y lluvioso. Hizo su entrada triunfal el invierno y sus detractores se cuentan de a miles; probablemente razón no les falte, pero a pesar de su solemnidad reconozco que la época dura incrementa bastante mi temperamento novelesco, por eso yo decidí enarbolar su defensa; les contaré porqué.


Árboles desnudos, oscuridad adelantada, y una fina llovizna que me encanta. En invierno la ciudad es un sueño porque un aire melancólico la envuelve. Ya sé que las flores ruegan por el sol y también a mí me encanta la "estación maravillosa", pero después de un verano agotador, cuanto más feos los días, para mí mejor.


Algo importante, puedo saborear un bocadito de dulce de leche, un chocolate o algunas garrapiñadas sin sentir demasiada culpa. Me gusta poder usar toda mi ropa, mis paraguas lindos, lucir mis amadas botas y mil accesorios sin transpirar una gota.


Contar una historia misteriosa o leer un libro interesante en un atardecer silencioso, frío y lluvioso; o simplemente dedicarme a ver la lluvia caer.


Escuchar el soplo embravecido del viento, como si un fantasma enojado quisiera hacernos volar; y me enamoran las lucecitas de la calle que parecen adornar el camino a un castillo de cristal.


Llegar a casa, es la gloria. Calidez puertas adentro, me espera un cafecito y las hornallas de la cocina que a toda hora encienden deseos me ayudan a recuperarme del frío dominante.


En las vacaciones, si es un día de esos en que el sol acaricia, correr hasta el arroyo a librar la batalla de los barquitos de papel. Luego, tiritando comenzar el ritual de encender el hogar: buscar leña, encender un fuego crepitante y al final, en estado emo-introspectivo, quedar atrapada del fuego hipnotizador.


Felicidad plena es irme a dormir con una lluvia intensa, fantaseando con que los truenos desatados son la voz de un dios enfurecido; o rapidito caminar bajo una fina llovizna azul, esa que seduce el romanticismo o la melancolía de los poetas.


Tapada hasta la nariz, ver tele en la cama. O mirar antiguas fotografías y regresar a los sentimientos que nos iluminaron, no sé cómo explicarlo... es un raro sentimiento de lejana felicidad... es, de alguna manera, regresar a las personas que amamos y nos amaron.


Yendo de paseo al sur, la primera nevada, ¡qué emoción! hay que vivirla a pleno, aunque haya que salir a fotografiarse de madrugada. Jugar en el parque de nieve en una guerra muy divertida, o dar un paseo en el trineo que nos lleva por cualquier lado sin control, y reir a carcajadas por perder el timón.


Lo amo porque también reina la belleza en el jardín de invierno; es una pura y dulce promesa por adelantado, es un pequeño paraíso cubierto de helada donde, abrigadas por un manto suave, duermen las rosas blancas.


Creo que el Invierno es un acto poético en sí mismo; el tiempo pasa lentamente y me gusta apuntalar la diversión puertas adentro. Por ejemplo, jugar con un millón de cristales que se posan en la ventana y reir con la sonrisa de los ojos de mi hijo, y la belleza de su alma.

viernes, 14 de junio de 2013

Argentina Originaria, Breve Reseña sobre los Primeros Pobladores

Wiphala, bandera distintiva de las etnias de Sudamérica

Cuando Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, creyendo que había llegado a la India, llamó a sus pobladores indios; a lo largo de los siglos, este término ha perdurado y se ha hecho popular a pesar de su erróneo origen.
Toda América estaba habitada por distintos pueblos a los que se atribuye un origen común, procederían del N.E. de Asia, desde donde a partir del 40.000 a.C. atravesaron el Estrecho de Bering y conquistaron el continente americano en sucesivas oleadas migratorias. Algunos autores hablan también de un poblamiento procedente de Oceanía, aunque habría sido poco importante. Poco a poco fueron extendiéndose por todo el continente y, hace 13.000 años, los primeros pobladores de nuestro territorio ya habitaban en el sur de la Patagonia. Eran pequeños grupos, de 30 a 50 personas, probablemente llegados desde Chile, luego de cruzar la cordillera. De allí avanzaron al norte patagónico y la llanura pampeana, persiguiendo los animales que cazaban, como guanacos, ciervos y los extinguidos megaterios y gliptodontes. Más adelante, otros entraron por el Noroeste y también desde Brasil, por los ríos de la Mesopotamia.
Al principio, todos los pueblos originarios se dedicaron a cazar y recolectaban frutos y semillas silvestres. Eran nómadas; tenían un extenso territorio que a lo largo del año recorrían en busca de comida. Muchos migraban también con el cambio de estaciones, para evitar nevadas y meses de mucho frío ya que sus viviendas podían desarmarse y trasladarse con facilidad. Más tarde, cuando algunos pueblos aprendieron a cultivar plantas, construyeron casas y aldeas porque los cultivos les permitieron almacenar comida para épocas de escasez y, sobre todo, alimentar a más gente. Al comienzo, esta actividad sólo complementaba lo que obtenían cazando, pero luego se hizo cada vez más importante y así, poco a poco, se hicieron sedentarios.
La de los pueblos originarios -se estima que podrían haber sido cerca de un millón de personas al momento de la Conquista- es una historia de riqueza cultural que aún subsiste, su sabiduría inmemorial es una presencia viva; y este número se está recomponiendo hoy, cuando los descendientes de los pobladores originarios están en proceso de crecimiento demográfico gracias al reconocimiento que se les está dando en toda América. Argentina, debido a su extensión, fue una tierra habitada por pueblos de gran riqueza y diversidad.
En casi todas estas comunidades los ancianos han tenido un papel importante como transmisores de costumbres, normas y conocimientos tradicionales. Naturalmente ecológicos, consideraban, enseñaban y transmitían a sus niños que el hombre era un elemento más del ambiente que ocupaba y, como la tierra les daba todo lo necesario para vivir, debían preocuparse por no alterar el medio del que dependía su subsistencia. Creían que todo daño hecho a la tierra, el bosque o el río, volvía a quien lo hacía.
Los cazadores sólo mataban los animales necesarios y no desperdiciaban nada de sus cuerpos. Además de carne para comer y cuero para ropa y calzado, usaban huesos para hacer agujas o puntas de flechas, tripas para elaborar bolsas impermeables y tendones para fabricar hilos. Los pescadores no sacaban más peces que los que podían comer en el día o conservar ahumados.
Cuando llegaron los españoles encontraron que en el noroeste había culturas andinas, muy parecidas a las del Perú y había culturas vinculadas con la selva, en el litoral y parte del Chaco. Había culturas de las llanuras, los cazadores nómades de la Pampa y Patagonia, y las culturas del extremo sur, que vivían en los canales fueguinos totalmente adaptados a temperaturas inclementes.
Pero una gran transformación ocurrió a partir del llegada de un nuevo ser, el caballo. Este noble animal no existía en América, y su llegada por los españoles cambió para siempre la vida y la cultura indígena. El caballo fue un importante elemento para pelear contra el blanco y también entre tribus, lo que hizo florecer nuevas etnias como los ranqueles, quienes luego tuvieron gran protagonismo en la formación del Estado nacional.
El de las tolderías era un mundo que convivía perfectamente con el mundo de la frontera, en él había gente que iba y venía, era un lugar de encuentro y de cruces. Existían intercambios comerciales más o menos intensos y frecuentes -según los casos- entre grupos de la misma etnia -es decir, con igual idioma y cultura- y también de distintos pueblos. Además había guerras. Los grupos solían disputar lugares de caza y campos cultivables, por ejemplo los algarrobales eran motivo de frecuentes luchas entre los diaguitas; y algunos pueblos conquistaron a otros, como los ava guaraníes o chiriguanos a los chanés de los montes de Salta y Jujuy.

Distribución de los principales grupos 
aborígenes del país hacia 1500



Guaraníes:

Cultivadores y pescadores, ocuparon el E de Paraguay, SO de Brasil, NE argentino y sitios más al sur junto a los ríos Uruguay y Paraná hasta su Delta. Este pueblo estaba dedicado a una economía de subsistencia basada en la agricultura de maíz, alubias, ajíes, mandioca, calabazas y tabaco; a la caza, la pesca y la recolección de frutos deliciosos -como el ananá- y miel pero tenían otra técnica de cultivo: con fuego, abrían claros en la selva en el suelo abonado con cenizas.
Vivían en poblados defendidos mediante una empalizada y un foso exterior formados por casas comunales de planta rectangular, que rodeaban una gran plaza central, en cada uno de los cuales estaban establecidas treinta familias extensas. Fue un pueblo tradicionalmente guerrero, de religión animista y chamánica, ellos buscaban la mítica Tierra sin Mal donde nadie moría, y así se dispersaron desde el Amazonas hasta nuestro nordeste, el delta del Paraná y el Chaco salteño. Practicaban el terrible canibalismo ritual con los prisioneros de guerra y colgaban sus cráneos en postes frente a la entrada del poblado. La llegada de los españoles y portugueses dio origen a una serie de grandes enfrentamientos, hasta que en el siglo XVII los jesuitas consiguieron asentarlos en reducciones (comunidades donde vivía un gran número de guaraníes convertidos al cristianismo) pero la expulsión de los jesuitas puso fin a este sistema y volvieron a dispersarse.

Festejo de niños guaraníes

Pueblos del Chaco:

La región del Chaco fue la tierra de varios pueblos, como el qom, el mocoví o mokoit, el pilagá, el wichí, el chorote y otros, de economía principalmente cazadora y recolectora de plantas, ellos ocupaban la zona conocida como "El Impenetrable". Antes de su aceptación del Cristianismo era frecuente entre ellos el infanticidio de los recién nacidos enfermizos. Cruelmente relegados de su territorio, cuando incorporaron el caballo, se convirtieron en hábiles jinetes y en situaciones desesperadas se dirigían a atacar a las poblaciones establecidas por los colonizadores, muchas veces poniéndolas en jaque e incluso llegando hasta la misma ciudad de Santa Fe en 1858.
Como todas las culturas primitivas ellos rendían culto a los fenómenos de la naturaleza y tenían sus deidades, los wichís antiguos creían que todo lo que se sabía era gracias a seres sobrenaturales; por ejemplo, el tejido con fibras de chaguar se debía a uno llamado tokjuaj. Los wichís actuales viven en el Chaco salteño, en Formosa y en la provincia del Chaco en difícil situación económica al haber perdido la mayor parte de sus tierras. Lamentablemente, los antiguos dueños de las flechas, como los nombra la canción, todavía continúan reclamando su territorio originario; denuncian la contaminación que generan en sus territorios las tecnologías de extracción hidrocarburífera y el impacto de la fumigación sobre la superficie sembrada con soja. Están alarmados por ver cómo sus territorios "son utilizados como meros proveedores de materia prima para el mercado global, mientras se expresan discursos de soberanía", como vemos, con esta etnia la actitud colonialista persiste y aún no brinda soluciones específicas.

Tribu toba, cerca del río Pilcomayo, 1892

Diaguitas y Calchaquíes


Hasta el siglo XVII, ellos fueron el pueblo más extendido en el Noroeste. Diaguitas y Calchaquíes cultivaron maíz, zapallo y quinoa con el ingenioso sistema de terrazas y obtenían lana de las llamas, el guanaco y la vicuña; realizaron construcciones en piedra unidas con tierra, vivían en casas cuadradas, hechas de piedra y con techo de paja y aunque rudimentariamente, llegaron a dominar la cerámica, el trabajo en metal y cultivaron una alfarería decorada con motivos geométricos. Conocían la plata y el oro, pero trabajaron otros metales como el cobre y el bronce; además fueron autores de numerosas pictografías rupestres.
Fueron guerreros valientes que enfrentaron tanto la conquista de los incas como la de los españoles. Sus armas típicas eran el arco y la flecha y combatían de a pie. A medida que las aldeas crecían surgieron jefes o señores que ejercían el poder y organizaban tareas colectivas como la nivelación de terrenos para sembrar en los cerros y la construcción de canales de riego. Es decir, que se formó una especie de jerarquía o nobleza.
Tenían sacerdotes especiales, llamados chamanes, "magos" o "hechiceros" cuya figura era muy importante y respetada. Rendían culto al sol, a los árboles, a los relámpagos y truenos. También consideraban que todo animal, planta o fenómeno físico tenía un espíritu animador. Estaban organizados políticamente en grupos independientes, de los que el principal fue el de los calchaquíes y eran gobernados por un cacique.
Enterraban a los muertos en tumbas circulares o en cámaras funerarias excavadas en el suelo, colocados en posición flexionada y atados. Se dividían en distintos poblados autónomos y su idioma era el kakán, lengua que se perdió hace más de 200 años.
Los diaguitas y sus vecinos tenían los campos de cultivo en las laderas de los cerros. Para esto hacían grandes terrazas escalonadas, con paredes de piedra y todas perfectamente niveladas para que el agua que le enviaban por canales de riego las recorriera por completo y sin estancarse. Estas construcciones exigían el trabajo coordinado de mucha gente. En 1540, fueron derrotados por los españoles al mando de Diego de Rojas, y en el siglo XVIII desaparecieron como unidad étnica. Actualmente son llamados collas, en general. Ellos realizan una práctica bastante conocida: rinden homenaje a la Pachamama o Madre Tierra en ceremonias con ofrendas de bebidas, alimentos y otros elementos mientras le piden buenas cosechas y que el ganado se multiplique.

Ceremonia de la Pachamama

Los Mapuches

Originarios de lo que hoy es Chile, empiezan a migrar hacia el Este en el siglo XVI y ya en el siglo XVIII abarcaban la Pampa y el norte de la Patagonia en numerosas tribus independientes. Debido a que al producirse el encuentro, chocan fuertemente con los tehuelches, que eran los habitantes originarios de este territorio, se mezclan y así aparecen nuevos grupos étnicos.
Los mapuches también fueron feroces combatientes contra los invasores españoles; justamente por la presión que los conquistadores ejercieron sobre ellos es que se produjo un largo proceso de migración hacia territorio argentino a través de los pasos cordilleranos de Los Andes pero no pudieron resistir su superioridad militar, y a fines del siglo XIX la población fue diezmada además por la cruentas operaciones militares tanto del lado argentino como chileno en operaciones conocidas como "Conquista del Desierto", en este costado de la cordillera, y "Pacificación de la Araucanía" en el otro. Actualmente son el principal grupo aborigen de la Patagonia argentina con autoridades propias y conservación de sus normas culturales ancestrales.

Niña mapuche con vestimenta típica

Pueblos del Extremo Sur

Llegamos a los reyes de las tempestades y príncipes de las aguas, la gente del fin del mundo. Tierra del Fuego está habitada desde hace más de 11.000 años; no se sabe exactamente en qué momento llegaron los selk'nam pero se cree que cruzaron caminando sobre un puente natural cuando la isla todavía estaba unida al continente.
Los indios del extremo sur estaban totalmente adaptados a las condiciones adversas del clima; los selk'nam, alacalufes, onas y yámanas de Tierra del Fuego vivían del mar y en los canales fueguinos e islas vecinas con sus canoas, pescaban y cazaban con arco, flecha y cuchillo lobos marinos, aves, zorros; y aprovechaban las pieles para protegerse del frío. Asimismo recolectaban mejillones y otros mariscos y por supuesto disfrutaban de los frutos de los árboles como el piñón.
Para su pasaje a la vida adulta los selk'nam hacían ritos especiales durante la pubertad de los varones, se ataviaban con collares de pequeños huesitos, máscaras y pinturas en todo el cuerpo para parecer espíritus. Ellos adoraban al sol, a la luna y creían en un espíritu bondadoso llamado Temáukel que mantenía al mundo en orden, y como todos, consultaban a los respetados chamanes tanto para entrar en contacto con la dimensión espiritual como para pedir consejo por alguna enfermedad.
Eran de contextura robusta y muy altos, fueron los más grandes y los más fuertes de los habitantes del extremo sur de América, pero actualmente están extinguidos; se cree que eso es debido a que les quitaron los campos en que antes vivían con holgura, también como víctimas de la fiereza de sus combates y de accidentes, por enfermedades epidémicas y por falta de cuidados en sus dolencias.
La lengua de los onas se caracterizaba por tener una fonética difícil y una gramática compleja, y como último legado nos dejaron algunas emocionantes canciones y poesías. En 1880 existían en Tierra del Fuego entre 350 y 400 selk'nam, para 1901 habían desaparecido el 90 por ciento de ellos; hoy los onas se han ido. Están extinguidos, pero su fino espíritu aún permanece soplando en el viento del sur.

Familia Selk'nam

Puelches, pampas y ranqueles

Señores de las pampas, estos aborígenes extendían su dominio desde la región central del país hasta el río Negro; eran guerreros, nómades y cazadores, tenían una estructura social organizada pero además eran sofisticados y, al igual que todos nosotros, deseaban vivir en paz y armonía. Hasta hoy mismo nos llega su voz, aquella que clamaba respeto por su vida y su prolongación, la tierra: "comieron nuestros frutos, rompieron nuestros gajos, quebraron nuestros troncos pero lo que nunca pudieron vencer fueron nuestras raíces", dicen.
Los caciques y pueblos que poblaban nuestra Patagonia y las pampas eran grandes peleadores, inteligentes estrategas, artistas exquisitos, cuidadosos orfebres, expertos tejedores y también poseían creencias muy fuertes. Sus descendientes dicen que el indio sin tierra es nadie. Ellos se sienten parte de la tierra, de la "Mapu" a la que sienten como prolongación de su persona. La Mapu es la Madre, por eso -según ellos- la tierra no se corta, no se parcela, no se vende; en síntesis, no comparten el tratamiento  que el hombre blanco le da, desde siempre lo han vivido como una transgresión, un insulto y una falta de respeto.
Estas certezas y temperamento se traslucían a través de su producción artística. Las mujeres tejían sensacionales ponchos de diseño, que tenían una cosmovisión, como signos y cruces. Desde el general Lucio V. Mansilla hasta el Libertador general San Martín usaban sus ponchos.
Hacían platería fina, adornos y ornamentos, lujosos rebenques, rastras, cuchillos, estribos y cabezadas que adornan al  indispensable amigo caballo. La cultura de los pampas era compleja y los adornos y joyas de las mujeres, indicaban el status del cacique al que pertenecían, y su jerarquía. Cuando atravesaban la llanura a todo galope, el brillo y el sonido de la platería impresionaba.
Tenían por jefe supremo a quien creó un poder paralelo al porteño, el célebre cacique Calfucurá, de cuyo cuartel general en los parajes conocidos como Salinas Grandes, salían los grandes malones que asolaban la campaña bonaerense.

Indios pampas, acuarela 1841

La historia indígena da un vuelco fundamental hace unos 300 años aproximadamente porque con la colonia empiezan las relaciones con los poderes centrales, y así como había quienes querían aniquilar a los indios, había otros que querían negociar y coexistir con ellos; muchos patriotas pensaron un país con los indígenas. Se firmaron casi cien tratados desde la época del virreinato. También los caciques habían evidenciado una clara intención hacia la convivencia con la nueva sociedad "blanca" en la medida que fueran respetados sus derechos como habitantes originarios. En muchas cartas, arengas, diálogos y discursos ellos fueron claros, hay lugar para indios y cristianos, "vivamos como hermanos, aquí hay lugar para todos, pero necesitamos que sean respetados nuestros campos". Palabras que quedaron flotando como ecos en el tiempo y que afortunadamente hoy están empezando a oírse.

lunes, 3 de junio de 2013

La Asamblea del Año XIII


Este año se cumplieron dos siglos de una serie de medidas progresistas ideadas por hombres cuyos sueños de libertad consolidaron el camino hacia la independencia; fue el 31 de enero de 1813 cuando comenzó a sesionar en Buenos Aires la Soberana Asamblea General Constituyente, un hito fundacional que introdujo legislación innovadora en temas sociales y políticos. Convocada por el Segundo Triunvirato, la idea de formar una Asamblea fue con la intención de que poco a poco se comenzara a gestar la identidad argentina.
En pleno fragor de la Guerra de la Independencia un grupo de patriotas comprendió que, para liberarse definitivamente del yugo español, había que sentar las bases de una nación. Los auspiciosos triunfos militares de San Martín en San Lorenzo y de Belgrano en Salta acompañaron a los primeros meses de sesiones de los asambleístas, y para hacerlo se apoyaron sobre los mismos principios que inspiraron la revolución francesa.
El objetivo fue llamar a una Asamblea que representase a los pueblos recién emancipados y que se definiese el sistema institucional de las Provincias Unidas pero, durante su transcurso, diversos intereses sectoriales dividieron a los diputados, lo que terminó con una postergación de la declaración de la independencia y si bien tampoco se pudo redactar una Constitución, sí se lograron sancionar medidas de carácter social tales como la liberación de esclavos (se aprobó la ley conocida como "Ley de Libertad de Vientres"); se afirmó la primacía de la autoridad civil por sobre la eclesiástica, se eliminó la mita, el tributo y el yanaconazgo (una especie de servidumbre implementada por los incas y que continuó luego con los españoles); se prohibió la persecución y el uso de instrumentos para atormentar a los reos o presuntos delincuentes, se dio por terminado el poder de la Inquisición en el territorio y se abolieron todos los títulos que denotaran nobleza de sangre, se adoptó el Escudo y el Himno Nacional y se implementó una moneda propia.
Todas estas significativas medidas terminaron por definir una forma de gobierno; por primera vez un órgano de gobierno se declaraba soberano y sus miembros se negaban a jurar fidelidad a Fernando VII. Sin dudas, el mayor logro de los patriotas fue despejarnos el camino para librar esa lucha que parecía eterna: la Independencia de 1816.