Bella y desdichada Camila O'Gorman |
Camila O'Gorman (1828-1848), fue una joven de familia de clase alta patricia que protagonizó una romántica y trágica historia de amor durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Considerada un baluarte de la sociedad, Camila fue educada y criada para casarse con un miembro de familia ilustre para que asegurara la descendencia, la continuidad de la herencia, ser una esposa fiel y madre ejemplar. Sus hermanos, como era típico en la Argentina postcolonial, se embarcaron en respetables carreras en la sociedad argentina. Uno de ellos, Eduardo O'Gorman, buscó una posición en la Orden Jesuita, mientras que otro hermano fue Oficial de Policía y eventualmente el fundador de la Academia de Policía de Buenos Aires. Camila era íntima amiga y confidente de la hija de Rosas, y concurría con frecuencia a bailes en fiestas formales en el Palacio Presidencial. La jovencita era dueña de una fuerte personalidad, quizás heredada de su célebre y bella abuela, Anita Perichon, amante del Virrey Liniers.
Como era frecuente en las jóvenes de esa época, Camila acostumbraba asistir a misa y precisamente la actual Iglesia del Socorro, ubicada entre las calles Suipacha y Juncal, fue escenario del despertar de este amor desgraciado. Camila tenía 18 años y allí mismo conoció al joven sacerdote jesuita Ladislao Gutiérrez, de 24 años, quien había sido compañero de seminario de Eduardo O'Gorman, el hermano de Camila, y que había llegado a Buenos Aires procedente de Tucumán. Pronto comenzó a ser invitado a la propiedad familiar de los O'Gorman.
Corría el año 1847, plena época rosista, los jóvenes se hicieron amigos y empezaron a encontrarse en sus paseos por Palermo, así comenzaron rápidamente un apasionado romance clandestino. Enamoradísimos, empezaron a pensar en huir de Buenos Aires y cambiar de identidad para que no los descubran las autoridades eclesiásticas y civiles. Secretamente reunieron dos caballos y algo de dinero. A la madrugada del 11 de Diciembre de 1847 juntos parten huyendo hacia Luján, de allí pasaron a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes y, si todo salía bien, pensaban llegar hasta a Río de Janeiro. Mientras tanto, todo Buenos Aires se consternaba.
Ladislao y Camila, amor más allá de la muerte |
El 23 de Diciembre de 1847, su padre, Adolfo O'Gorman, denunció el hecho al gobernador diciendo que su hija, seducida por el párroco, había sido raptada. Rosas mandó detener a la pareja en cualquier lugar que se encontraran ya que debían ser reprendidos por tan escandaloso proceder. Él, sacerdote; ella una niña de sociedad. Juntos se atrevieron a desafiar el deber ser y las convenciones de la época, ¿podría el Restaurador de las Leyes y el Orden perdonar este desacato hacia su persona?
La provincia de Corrientes, que estaba bajo el control de opositores del Gobernador, declararon que la tiranía de Rosas era culpable de corromper la moral de la mujer argentina. Mientras tanto, la suerte parecía estar del lado de los enamorados. En Paraná habían conseguido pasaportes falsos y al llegar a Goya, empezaron a prepararse para llegar a Brasil y, para ganarse la vida, abrieron una escuela, la primera que existió en esa pequeña ciudad. Allí vivieron algunos meses de relativa felicidad tratando de olvidar la persecución de que eran objeto pero una fatídica tarde, en una reunión, el sacerdote irlandés Michael Gannon reconoce a Ladislao Gutiérrez. La noticia corrió como reguero de pólvora y al día siguiente fueron encarcelados e incomunicados. Camila negó haber sido raptada y afirmó ser la iniciadora del romance y la ideóloga de la fuga. Nada importó, O'Gorman y Gutiérrez fueron traídos nuevamente a Buenos Aires para ser juzgados.
Camila insiste con que no se arrepiente de nada, que se siente satisfecha y que su conciencia está tranquila. Estas declaraciones no hicieron más que corroborar su posición subversiva.
Ante el clamor popular contra la violación de los votos de castidad del sacerdote y la mala reputación que se temía atrajera sobre la comunidad irlandesa, fueron condenados a muerte. Camila, supuestamente, estaba encinta; por lo tanto, para "liberar del pecado" al hijo que llevaba en su vientre, le dieron de beber agua bendita. Un poco más tarde y sin piedad, fueron fusilados en la mañana del 18 de agosto de 1848 en el Cuartel General de Santos Lugares (actualmente San Andrés, partido de San Martín) y tal fue el escándalo internacional que se desató por las víctimas inocentes, que contribuyó a la caída política de Juan Manuel de Rosas.
3 comentarios:
ah, bueno! si le dieron de beber agua bendita, quedo más tranquila...
es increíble hasta dónde puede llegar la hipocresía de una sociedad!
un beso grande.
Conmovedora la parte en que los soldados no se atreven a dispararle a la mujer!
Como para demostrar la decadencia que nuestra sociedad viene sufriendo -hasta en sus transgresiones- en el último siglo y medio, la versión contemporánea de esta historia la protagonizan el padre Grasi y un menor...
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