Las notas fluían claras, sonaba una musiquita tan dulce y suave que embelesaba. En el aire flotaba "Melodía para Elisa" y mi bailarina particular giraba y giraba sólo para mí. En los sueños encantados de mi niñez pasé horas disfrutando el sortilegio que generaba su danza interminable, y tantas fueron que aún puedo sentir a los pequeños duendes girando en mi mente llenos de emoción.
Por su efecto relajante y por el encanto que generan, las cajitas de música parecen sacadas de un cuento infantil, pero este instrumento musical mecánico fue creado en el siglo XIX y su historia está relacionada con los primeros aparatos diseñados para reproducir música.
Estas cajas funcionan por medio de remaches ubicados en un cilindro giratorio, o disco, que, al ser tocados por un cepillo de metal, produce sonido. Pero la magia que genera esta música singular no puede ser explicada por la sencillez de su mecanismo, que fue desarrollado en base a un tipo de cajas musicales del siglo XVII llamadas carrillón á musique.
Las primeras cajas eran bastante grandes, para ser disfrutadas en los hogares, sin embargo su popularidad llegó con las más pequeñas. Incluso las hubo algunas muy chiquitas, como para llevar en la cartera. También estos mecanismos fueron aplicados a la relojería y fue en Suiza donde se instaló la primera fábrica de cajas musicales.
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Mi Cajita Mágica |
Las delicadas cajitas musicales despertaron la curiosidad del norteamericano Tomás Edison, quien patentó un aparato que permitía grabar sonidos y reproducirlos: lo llamó fonógrafo. A partir de 1877 este invento se popularizó en casi todo el mundo. El problema era que las grabaciones en cilindro eran muy costosas: las primeras máquinas reproducían una grabación sencilla de dos minutos de duración pero los músicos debían interpretar la misma melodía treinta veces para obtener 300 cilindros.
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Fonógrafo |
El gramófono vino a salvar este escollo en 1894, cuando el disco reemplazó al cilindro. A finales del siglo XIX la mayoría de las cajas musicales de uso doméstico se reemplazaron por las pianolas, consideradas un instrumento mucho más versátil porque tenían la particularidad de interpretar piezas musicales para piano sin la necesidad del pianista. Para ello, contaba con un sistema mecánico, neumático o eléctrico. En los primeros años del siglo XX hubo varias compañías que fabricaron "rollos de piano" para pianolas y luego las reprodujeron en discos para fonógrafos. Compositores como Stravinsky, Antheil y Gershwin escribieron obras para pianolas.
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Gramófono |
Ya no existen los pintorescos organitos de feria, es un arte desaparecido, el vértigo moderno se llevó definitivamente su tierna música a otra parte. La nostálgica caja era un instrumento portátil, que reproducía una melodía cuando era accionado mediante una manivela.
La música era grabada en un cilindro, hecho de madera o cartón. Sólo un músico podía realizar la tarea, ya que debía adecuarse la melodía a la escala del organito. También era preciso lograr que la misma velocidad de rotación de la manivela permitiera que sonasen igual de bien una polca, un vals o un tango. En un mismo cilindro podían registrarse entre ocho y once piezas.
El organito fue un gran difusor del tango a fines del siglo XIX y principios del XX, pues llegaba a un público popular que no podía acceder fácilmente a la música. Su sonido amable lograba atravesar discreta pero efectivamente zaguanes y ventanas de casas "decentes", cuyos moradores eran indiferentes al tango porque en esa época cargaba con el estigma de ser música prohibida. Pero además de atraer con su melodía, el organito repartía ilusiones. Los organilleros, esos juglares, también predecían el futuro. La encargada de la suerte era una cotorrita que con su pico extraía el vaticinio impreso en una pequeña tarjeta, ante la expectante mirada de los más jóvenes. Héctor Manuel Salvo, conocido artísticamente como Manu Balero, fue hasta el momento de su fallecimiento en 1998, El Último Organillero de la Ciudad de Buenos Aires.
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"Manu Balero", el último organillero de Buenos Aires |
Más tarde, con la explosión musical de la década de 1920 y sus danzas frenéticas, apareció una nueva versión de la antigua cajita de música. Ahora con discos apilados y por una moneda todos podían bailar, eran las Jukebox, gramolas o rockolas, nacidas en el Reino Unido, aún están presentes en bares y clubes nocturnos donde es tan frecuente pedir una cerveza como escuchar una canción a todo volumen. En los años '30 estas cajas especiales se difundieron en los Estados Unidos y en los años '40 vivieron su época dorada musicalizando el mundo. También la música ha recorrido un largo camino.
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Retro Jukebox |
Hoy en día, todos podemos bailar y escuchar esa canción que nos hace sentir vivos. Todos sabemos cuán lejos se puede llegar con una buena melodía, y yo aún tengo guardado en mi corazón el recuerdo del encanto que me producía aquella profunda, sentimental y dulce melodía de mi cajita musical.