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Su Ilustrísima Majestad, el Rey Sol |
Entre los siglos XVII y XVIII, se impuso en las monarquías de Europa occidental una nueva forma de gobierno: el Absolutismo. Este sistema es uno de los períodos más interesantes de la historia ya que hubo grandes cambios políticos, sociales, económicos, culturales y religiosos que marcaron profundamente la evolución de los siglos siguientes.
En el absolutismo, la soberanía nacional se confunde con la del monarca. El rey todo lo puede porque su poder deriva de Dios y, por lo tanto sólo a él debe rendir cuentas. Sin embargo, esto no significa para nada sumisión a las jerarquías religiosas.
Así es que convencido de que su poder provenía de Dios, Luis XIV llevó el absolutismo a su máxima expresión, idea que se refleja en la célebre frase que se le atribuye: "El Estado soy Yo".
Durante su largo reinado Francia alcanzó gran esplendor político y cultural. Saint-Simon describe así a "El Rey Sol", "Su corpulencia, su gallardía, la belleza y el aspecto majestuoso que después la sustituyó, incluso el timbre de su voz, el porte y la gracia natural de su persona lo distinguían entre los demás hombres."
Luis XIV - el hombre que creía que el mundo giraba a su alrededor- fue rey de Francia de 1643 a 1715, nació en Saint-Germain-en-Laye el 5-IX-1638 y falleció en Versalles el 1°-IX-1715.
A la muerte de su padre, Luis XIII en 1643, Luis se convirtió en rey con cinco años, bajo la regencia de su madre Ana de Austria y del Cardenal Mazarino quien gobernó Francia con más autoridad que su antecesor. El niño Luis fue educado por el cardenal quien le inculcó desconfiar de todos, estimar a poca gente, no emocionarse por nada y preservar su corazón de todo sentimiento excesivo.
En 1648, los nobles y el Parlamento de París se aliaron contra el poder de Mazarino (Guerra de la Fronda) obligando a la familia real a llevar una existencia errante que forjó el carácter del monarca y su determinación de imponer su autoridad sobre las demás fuerzas del reino.
En 1654, Luis XIV fue consagrado en Reims, tenía casi dieciseis años y pronto revelaría el implacable jefe que iba a ser. Asumió sus deberes militares en la fase final de la guerra contra España y, siguiendo las directrices de Mazarino, la paz con España se selló en los Pirineos mediante el matrimonio de Luis XIV con la infanta Maria Teresa de Austria, hija de Felipe IV, el 9 de junio de 1660, en unos esponsales dignos de un cuento de hadas.
En 1661, muere Mazarino y Luis XIV sorprendió a la corte con su decisión de ejercer personalmente el poder. Se esforzó por controlar todas las actividades de gobierno, desde la etiqueta cortesana hasta las reformas económicas o las disputas teológicas. Para lograr esto se rodeó de un grupo de eficaces ministros de la burguesía porque eran más dóciles que los nobles.
Apartada la alta aristocracia del poder, Luis XIV tuvo a su más significativo representante en Jean-Baptiste Colbert que dirigió las finanzas, la economía y fue Ministro de Marina. Durante su gestión Francia se convirtió en una potencia marítima y militar.
Gracias a su labor, Luis XIV pudo disponer de presupuestos equilibrados con medidas que aportaron grandes ingresos a la corona.
La nobleza tomó conciencia de su pérdida de influencia política y contempló con rencor y envidia el ascenso de los consejeros burgueses del rey, pero la aristocracia -que antes había sido fuente de constantes rebeliones- fue "domesticada" atrayéndola a la corte.
Allá fueron los aristócratas en busca de pensiones y honores por lo que acabaron dependiendo del rey para mantener su nivel de vida y se volvieron muy dóciles.
Isabel Carlota de Baviera, cuñada de Luis XIV contó que "cuando el rey quería, era el hombre más agradable y amable del mundo. (...) Sin ser perfecto, nuestro rey tenía grandes y bellas cualidades y no mereció ser tan difamado y despreciado por sus súbditos a su muerte. Mientras vivió, le adularon hasta la idolatría".
Es que Luis XIV, como centro del universo, daba valor infinito cuando lo quisiese, a lo que no valía nada y así planificaba cada minuto de su vida, sin posibilidad de contradicción alguna, y los cortesanos competían por agradarle y servirlo en todo momento.
Además el rey gozaba de una salud de hierro y gran capacidad de trabajo, pero tras su solemnidad y pompa se ocultaba una licenciosa vida privada.
Con su esposa María Teresa, a pesar de numerosos partos, sólo tuvo un niño. Con su amante la señorita de La Vallière, tuvo tres hijos y de la señora de Montespan, tuvo siete.
Pero volvamos a su acción política.
El soberano protegió las artes que ensalzaron su gloria y también dio honores a arquitectos y escultores. El nuevo y fastuoso palacio de Versalles fue la culminación de esa política.
En 1682 se alejó de la insalubridad y las intrigas de París, la corte se trasladó a Versalles, donde pudo manejar mejor a la nobleza. Versalles fue el escenario perfecto para el despliegue de pompa y para la sacralización del soberano.
Todos estos gastos fueron posibles gracias a las reformas económicas promovidas por Colbert. Durante su reinado, se estructuró todo el aparato legislativo y administrativo para lo que se recurrió a la presión fiscal.
Se llevó a cabo la construcción del ejército, que llegó a ser uno de los más poderosos de Europa, y se emprendieron toda una serie de guerras para acabar con el poderío de los Habsburgo (Guerra de Devolución 1667-1668, Guerra de Holanda 1672-1678).
Los años 1679-1689 fueron los de su apogeo.
Todopoderoso y triunfante se instala en Versalles y se hace nombrar Vicedios por el obispo Godeau en una ceremonia de belleza y fasto inauditos; en 1683 enviudó y en 1684 contrajo matrimonio secreto con la señora de Maintenon.
Lo más destacable de este período fue la oposición al papa Inocencio XI, el bombardeo de Argel, creación de la milicia, rivalidad comercial con Gran Bretaña y Países Bajos y las pretensiones francesas al Palatinado.
El año 1682 marcó el auge del reinado de Luis XIV pero poco después empezó la decadencia. Las continuas guerras y el progresivo agotamiento del país provocaron la ruina de las pretensiones francesas.
En la paz de Rijswijck (1697) Luis XIV tuvo que renunciar a gran parte de sus adquisiciones además de reconocer como rey de Inglaterra al odiado Guillermo III de Orange, al que ya se había enfrentado en la invasión de Holanda. También tuvo que doblegarse ante Roma y abolir los cuatro artículos que proclamaban la independencia del poder real respecto al Papa.
En el este de Europa, la situación tampoco jugaba a favor de Francia y una encuesta de 1698 reveló el estado de postración económica del reino.
Luis XIV intentó restaurar las finanzas y se rodeó de un nuevo grupo de colaboradores menos brillantes que sus predecesores. Se decide emprender una nueva campaña exterior.
La situación europea repercutía en las colonias francesas de América del Norte, particularmente en Canadá, en el sector atlántico, a lo largo del río San Lorenzo, que era disputaba con Inglaterra desde 1684.
Finalmente, el agotamiento general de los contendientes permitieron a Francia alcanzar una paz honrosa en Utrecht en 1713.
Algo más hacia el sur de América, desde los Grandes Lagos hasta el Golfo de México, Francia procuraba colonizar la Luisiana, asi denominada en honor de Luis XIV, pero tuvieron muchas dificultades por las rebeliones indígenas y con los españoles e ingleses que ambicionaban controlar esas tierras.
La Guerra de Sucesión Española (1701-1715) fue otro nuevo conflicto europeo.
Los esfuerzos exigidos fueron fatales para Francia -que además estaba por perder todos los territorios ganados en la centuria anterior-. Las persecuciones religiosas llevaron al exilio a centenares de miles de personas y las rebeliones fueron continuas en los últimos años del reinado de Luis XIV, en especial en el sur, donde seguían vivas las tendencias secesionistas.
Retirado en Versalles, rodeado de enemigos, privado de sus herederos directos, Luis XIV intentó asegurar la sucesión para su hijo ilegítimo, el duque del Maine. Pero a su muerte en 1715, su sobrino el duque de Orleans logró que el Parlamento de París anulara el testamento y actuó como regente de Luis XV, el enfermizo bisnieto del Rey Sol.
La muerte del monarca que llevó a Francia a su máximo esplendor fue motivo de alivio general, como si se abriese una nueva etapa; sin embargo el balance de su reinado es incomparable porque si bien dejó un rencor tenaz de los países asolados, bancarrota financiera, apuros económicos, persecución de protestantes y de los jansenitas y los fundamentos de la monarquía quebrantados también es cierto que Luis XIV reforzó las fronteras, libró al país de las guerras civiles, sometió a la nobleza revoltosa e hizo de Francia, una nación aún tosca en ese momento, el modelo del Occidente civilizado.